Elecciones Consejo Escolar
Escrito por Julián González, martes 2 de diciembre de 2014 , 10:05 hs , en Noticias del centro

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  • Yubbali Suarez el jueves 24 de julio de 2025, 12:55 hs

    El Bon Pastor arde en silencio mientras el Ayuntamiento bosteza

    El Bon Pastor arde en silencio mientras el Ayuntamiento bosteza.

     

    No es una metáfora, ni una hipérbole, ni el arranque de un guion de sobremesa. Es la descripción literal del despropósito urbano en el que se ha convertido un aparcamientos público del barrio del Bon Pastor, en Barcelona. Allí, donde en teoría se aparcan coches, lo que se estaciona desde hace más de un año es la desidia institucional y la pereza administrativa. Y en la madrugada del lunes al martes, pasada la 01:00, las llamas hicieron su aparición como quien ya ha avisado muchas veces y esta vez no toca la puerta.

    Un vehículo ardió por completo, calcinado como un papel bajo lupa, y no es la primera vez. En poco más de doce meses ya van tres coches reducidos a cenizas en el mismo terreno. El último, un automóvil que descansaba en paz (relativa) en la calle de Lima, despertó en llamas sin que nadie escuchara nada, sin que se viera un alma que prendiera la mecha, aunque todo indica que el fuego fue intencionado.

    El parking de la vergüenza

    Quien quiera hacerse el loco, que mire a otro lado. Pero quien tenga ojos y viva en el barrio, como Luis Carmelo, de la Asociación de Vecinos AVIS del Bon Pastor, no necesita que le cuenten mucho más. Lo ha dicho claro: ese aparcamiento no es solo un solar, es un vertedero encubierto, un desfile de escombros, runas, muebles viejos y lo que las empresas sin escrúpulos no quieren pagar por llevar a un punto limpio.

    El terreno, público, parece de nadie. O de todos. O de cualquiera que quiera tirar allí su basura industrial. Se ha denunciado. Se ha avisado. Se ha fotografiado. Pero no se ha hecho nada. El coche que ardió, ardió solo y mal. Como los anteriores. Como arden las cosas cuando no hay prevención ni vigilancia.

    A esta altura del relato, conviene preguntarse: ¿y si alguien hubiera tenido a mano un extintor?

    Extintor: esa palabra que nadie pronuncia hasta que el fuego te toca

    Sí, un extintor. Ese aparato rojo, cilíndrico, ignorado por la mayoría de los mortales hasta que el humo les muerde los tobillos. En un entorno tan proclive al caos como el de este aparcamiento barcelonés, su ausencia es tan notoria como escandalosa. Ni rastro de uno. Ni siquiera de un aviso. ¿Alguien se ha planteado dotar a estos espacios de un mínimo de seguridad contra incendios?

    No estamos hablando de instalar una estación de bomberos por manzana. Estamos hablando de poner lo básico. Lo mínimo. Lo que debería estar ahí por lógica, por norma y por respeto. Porque un incendio no avisa. Y porque, a veces, un extintor bien usado apaga en segundos lo que el camión de bomberos tarda minutos en controlar.

    Prevención portátil que podría marcar la diferencia

    Hay quien, por suerte o por sentido común, lleva un mini extintor coche en su maletero. Es pequeño, manejable y fácil de usar. No es caro. No ocupa. Y en casos como el del Bon Pastor, podría haber supuesto una diferencia enorme. Un vecino atento, un conductor prevenido, alguien que actúe en los primeros segundos. Porque eso es lo que cuenta: los primeros segundos.

    Pero claro, en este barrio no hay cultura de prevención porque no hay ni limpieza, ni control, ni respeto institucional. Si se permite que un solar se convierta en un vertedero, ¿quién va a pensar en llevar un extintor en su coche? ¿Quién va a confiar en que lo que no vigila el Ayuntamiento lo proteja uno mismo?

    Blog de extintores y otras fuentes de sentido común

    Uno entra en este blog de extintores, y lo primero que lee es la palabra “prevención”. No se trata solo de apagar fuegos, sino de evitar que empiecen. De detectar riesgos. De corregir malas prácticas. Pero para eso hay que querer mirar, y no girar la cabeza.

    Luis Carmelo lleva más de un año denunciando la situación. Las fotos están ahí. La basura también. Los coches ardiendo, tres en doce meses, no son una casualidad. Son la señal más clara de que el abandono tiene consecuencias físicas, materiales, económicas... y potencialmente trágicas.

    ¿Dónde está la Guardia Urbana cuando no arde?

    Porque la Guardia Urbana apareció, sí. Pero lo hizo después. Cuando el coche ya era una carcasa negra, cuando el humo se disipaba, cuando la grúa municipal se llevaba las ruinas metálicas del vehículo como si fueran chatarra recogida al azar. Entonces sí. Pero el problema no es ese día. Es todos los anteriores.

    ¿Dónde está la prevención? ¿Dónde la vigilancia disuasoria? ¿Dónde la limpieza regular? ¿Cuándo se va a empezar a tratar al Bon Pastor como parte de Barcelona y no como un anexo incómodo?

    Un abandono que prende por sí solo

    No hay misterios. Si dejas basura, llega la podredumbre. Si dejas coches abandonados, llega el vandalismo. Si dejas escombros, llega el fuego. No hace falta ser detective ni sociólogo ni ministro del Interior. Basta con pasearse por el solar. Basta con mirar las imágenes. Basta con escuchar a los vecinos, que no piden milagros, sino un poco de orden y respeto.

    Lo que ocurre en este aparcamiento no es casual. Es consecuencia directa de la inacción. De dejar hacer. De mirar a otro lado mientras los barrios con menos glamour de la ciudad lidian con las brasas que el sistema les arroja sin disimulo.

    Se actúa o se sigue contando cenizas

    La próxima vez, puede ser peor. Puede haber víctimas. Puede que alguien esté dentro. Puede que se extienda. Puede que el incendio sea solo el principio. Y entonces vendrán los gestos solemnes, las comparecencias, los comunicados. Pero no servirá de nada. Porque los incendios también se apagan con responsabilidad previa.

    Y esa responsabilidad ahora mismo brilla por su ausencia. En Bon Pastor, lo que arde no es solo un coche. Arde la paciencia. Arde la dignidad de un barrio. Arde la ciudad entera en su doble vara de medir.